Sin saber muy bien la diferencia entre lago y embalse, nos acercamos a Alloz con intención de pasar el día en buena compañía.La idea era celebrar un encuentro con antiguas compañeras de universidad y conocer a la última en sumarse al grupo en su 5 clumplemés.
Así que tortilla de patata mañanera y al coche. Un suplicio de viaje. La tortilla se empeñó en oler deliciosamente durante el trayecto y mis salivas se generaban por litros. El trabajo de autocontrol que tuve que hacer para que llegara entera es comparable al de los estudiantes de 5 de Budismo.
Una vez llegados al lugar, ohhhhh. Vaya sitio. Un paraje natural (gracias a una presa enorme construida con cemento) lleno de hierba seca, unas sombrillas a 50 metros de las mesas de picnik, señores barrigudos enseñando media raja del culo sujetando las sombrillas y una orilla a 50 metros de la «playa» (construida con gravilla fina). Dicho así no parece atractivo, pero lo es. Os lo aseguro.
A la entrada hay un recién creado parking (muy barato) y unos wateres públicos para evitar la tentación de soltar lastre en el agua. ¡Que luego la bebemos todos, por favor!
El paisaje, por sí mismo, invita a pasar el día, pero si encima te gustan las actividades acuáticas, te puedes quedar a vivir allí.
La época en la que hemos visitado el lago no es la mejor. Parece ser que en septiembre el nivel del agua es el más bajo y el entorno sufre un pequeño reseco. Por lo tanto, queda una visita pendiente en mayo o junio.
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